Gracias
a Dios y sólo a él, estoy aquí y puedo contarles un poco sobre
mí. Hace aproximadamente diez años decidí que quería ser biólogo, siempre
estuve clara. Yo quería estudiar la vida. Durante seis años he tenido la
oportunidad de aprender tantas cosas... de saber qué ocurre más allá del
alcance de mis ojos.
La historia de mi vida da un giro
inesperado cuando a un buen profesor y amigo se le ocurre invitarme a hacer lo
que él ama... salvar una tortuga marina. Y desde entonces mi vida, cambió para
siempre. No puedo expresar con palabras lo que sentí en el momento que vi a
"Ochi" por primera vez (tuve el honor de elegir ese nombre para
ella). Yo no hablaba, sólo sentía. A partir de ese momento comencé a vivir los
momentos más increíbles y no tan increíbles. Me uní al "Grupo de Trabajo
de Tortugas Marinas del Golfo de Venezuela" ahí compartí con personas
maravillosas, aprendí tanto de ellos.. y de otros, que les estoy inmensamente
agradecida. Me llevaron a conocer la Guajira venezolana, lugar lleno de magia,
de cultura, de niños curiosos y sonrientes, de paisajes fascinantes. Era la
primera vez que compartía realmente con nuestros indígenas Wayuu. Las visitas a
la guajira han resultado unas mejores que otras, allá me siento cómoda, me
siento feliz.
Mis sueños comenzaron a transformarse, en mis sueños sólo
estaban "ellas". Y por cumplir esos sueños, conocí gente maravillosa,
pedía a Dios en cada viaje que me llenara los caminos de gente buena, y así
siempre fue. Jamás permitieron que me acostara a dormir sin cenar y si estaba a
mi alcance tampoco se los permitía, siempre conseguimos para compartir. En
ningún lugar que ya me tocaba dejar, regresé sin un abrazo sincero, en
absolutamente todos esos pueblos dónde estuve, hice por lo menos un amigo para
toda la vida. Y entonces la vida misma, se convierte en lo más preciado para
mí. En la dicha que me invade he conocido las playas más
hermosas, esas playas que utilizan "ellas" para dejar su descendencia,
toda la energía que traen del mar la dejan en esas horas que tardan haciendo
sus nidos, quién abra sus sentidos, quien abra su corazón también se llenará de
fuerza, quedará mudo por varias horas, mantendrá la piel de gallina, y
comenzará a entender por qué para mí no es más que un ritual, que en silencio,
se debe disfrutar.
En esas noches frías me han inundado los cielos más
estrellados. Y todo gracias al momento en el que una hermosa tortuga marina
abrió la puerta a mis sueños, aquellos que he logrado cumplir y cumpliré, tarde
o temprano. No todos tenemos la suerte de ser atraídos por una carrera como la
que yo elegí, esa que me ha ayudado a entender tantas cosas, quizás la decisión
más importante que tomé hasta ahora.
Tengo un compromiso
con la naturaleza, esa que depende de nosotros pero nosotros aún más de ella.
Haré mi parte trabajando en la conservación de especies y ecosistemas
amenazados, y lo haré con todo mi corazón, con toda responsabilidad y con ayuda
de Dios, al que le estaré eternamente agradecida por guiar mi camino,
agradecida también con quienes me he tropezado en él. No importa el lugar para
dormir, no importa si no hay suficiente para comer, si estoy dónde quiero
estar, todo estará bien. Y si esto no ha sido un privilegio, entonces, no sé
qué es.
Dana Paola Padrón.
Bióloga Marina
Miembro del Grupo de trabajo de
Tortugas Marinas del Golfo de
Venezuela.
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