Este nuevo año tiene la
particularidad de que está en medio de “un remolino sin precedente” a nivel
social y político que, como venezolanos, tenemos que vivir con tanta gente (y
con nuestra gente)… 2016, año de desafíos con un país incierto, herido,
traumado y también, en parte, esperanzado…
Al interno de nuestra familia,
este nuevo año nos demanda ser protagonistas
de la herencia legariana encomendada; y desde lo que nos toca hacer personal y como
movimiento entramos en la fase celebrativa de los 100 años de nuestra madre, la congregación
Esclavas de Cristo Rey.
Todo esto aunque parezca medio
difuso nos compete muy de cerca… somos jóvenes legarianos en procesos distintos
(bachilleres, profesionales, religiosos/as, Laicos/as), pero llamados a ser
parte de esta familia desde un modo de
proceder Legariano.
De manera que hay elementos a no
perder de vista:
- La vida en el espíritu
en la que la oración, el discernimiento, el acompañamiento espiritual, el
examen diario, el silencio habitado… ese monasterio que está escondido en
nuestro corazón y donde el Señor nos pide entrar para cenar con nosotros…
- La Misión primera , en nuestro caso, los estudios, la
disciplina del que piensa como un todo para dar respuesta a un mundo
complejo y distraído; para dar razón de nuestra esperanza… no muy fácil a
veces árido pero, en el Desierto, El también habla…
- La Misión
complementaria en las dimensiones del Servicio macreyista que de una
manera modesta y puntual trata de acompañar a los crucificados de este
mundo; misión en la que nos encontramos con nuestros afectos y pasiones…
- La Comunidad, (también)
lugar de Misión [1](y
no teatro de operaciones) en la que experimentamos y nos medimos como amigos/as en el Señor; espacio
vital donde compartimos la vida hecha ágape y compromiso en los que se
anticipa el Reino.
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